Ciudad luz, ciudad eterna, monstruo sagrado de la historia, de la cultura y de la inteligencia, del saber vivir, de la moda y de la extravagancia. Todos los fantasmas del mundo pasan por París… Y por tanto, no existe la necesidad, podría decirse, de presentar a la capital francesa en tanto que es ya muy célebre. Una verdadera Diva. La torre, los campos, Notre Dame, Versalles, Montparnasse, Orsay, el Louvre, Bastilla, Montmartre y Javel. Para los conocedores, el programa está completo, el turno se ha jugado. Para un espectáculo que se da diariamente a ventanilla cerrada. Quién diría lo contrario cuando cada año, cerca de 30 millones de turistas vienen y vuelven, toman fotos y tientan, a pesar de vivirlo todo apasionadamente, muy o demasiado poco la magia de Paname. Porque París jamás es conquistada y permanece en el misterio. Se cree conocerla, sin embargo ella se escapa sin cesar. París es la más bella, ella lo sabe y juega el juego de la fácil seducción para esconderse mejor. París tiene su secreto. Muchos desearían conocerlo, pocos son los convidados. Es más lejos, más abajo, afuera, sobre las vías que atraviesan, en la tangente, en la escondida, que ella a veces se revela. Entonces, no lo piense más, olvídese de los recorridos guiados, de los lugares comunes para turistas y de otras autopistas de la cultura. Desdeñe todo ello y láncese ¡empuñe la vida! París no ama nada como eso. El delicioso negro, tomado con el pulgar en una taberna que no paga como mina pero que es posible que se vuelva célebre algún día, una nueva mirada que reinventa el puente Mirabeau o un paseo que se convierte en crucero, la alegría de la buena suerte, delante el famoso canal. Una casualidad, un chance. Entonces una sonrisa, una promesa y, … a orillas del Sena, un vals que no se esperaba. He aquí el espacio de un instante, el tiempo de un París reencontrado. Esta vez, París ha mostrado su candor citadino que se escondía bajo sus aires de gran dama. Mañana ¿quién sabe? Rebelde, romántica, discreta, apasionada, atractiva, traviesa, desenfrenada, ¿placentera? Una pizca de ensueño le es suficiente… si este es auténtico, ella lo convertirá en estrellas. París le espera, puede ser, para que usted simplemente le brinde una razón más por la cual estar orgullosa de ese loco encanto que adora ¡el mundo entero!